FRANÇOISE ROY
(Quebec, Canadá - 1959 - )
Françoise Roy nació en 1959, en Quebec, Canada, y vive en Guadalajara, México, desde 1992. Cursó la licenciatura en geografía en la Universidad de Maryland, EE.UU (1980). Obtuvo luego una maestría en geografía de la Universidad de Florida (1983) con un diplomado en Estudios Latinoamericanos. En 1990, aprobó el examen de la Société des Traducteurs du Québec para traducción inglés-francés. De 1992 a 1995, impartió clases de idiomas en varios institutos, y trabajo a destajo como intérprete de conferencia.
En 1997, el Instituto Nacional de Bellas Artes de Mexico le otorgó el Premio Nacional de Traducción Literaria en Poesía por su traducción al español del poemario Le livre de l’Hospitalité del poeta francés Edmond Jabès. Desde entonces, ha traducido una treintena de libros, principalmente en poesía, y tomado un sinnúmero de talleres y seminarios literarios. En el año 2000, obtuvo un diplomado en traducción inglés-español impartido por la Organización Mexicana de Traductores. De 2000 a 2006, fue columnista del suplemento “Acento Cultural” del periódico “La voz de Michoacán”. En 1998, publicó la novela “Nieblas del Estío” (Editorial Conexión Gráfica, Guadalajara); en 2001, “Iridio” (Editorial El Cálamo, Guadalajara); en 2002, la plaquette de poesía “A flor de Labios” (Universidad San Nicolás de Hidalgo, Morelia, Michoacán); en 2003, “Si acaso hubiera/Si par hasard il y avait” (Editorial El Cálamo, Guadalajara) y « Razones para la redención del zafiro » (Filodecaballos, Guadalajara), así como « El Velo Uno/Le voile premier » (Mantis Editores; Guadalajara, en coedición con Ecrits des Forges, Trois-Rivieres, Canadá); en 2005, “Atrás de la máscara” (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2004) y “Sueños en forma de laberinto/Rêveries en forme de labyrinthe” (Ediciones Arlequín/Ecrits des Forges, Guadalajara, Trois-Rivières; en 2006, “El pañuelo de Dios”, versión virtual (Editorial El Cálamo, Guadalajara) y en 2007, “Todo lo que está aquí, está en otra parte” (IMCA, Hermosillo) y “En la jaula de las medusas” (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca). También es autora de los libros de narrativa “Nieblas del estío” (Conexión gráfica, Guadalajara, 1998), “Si tu traversais le seuil” (L’instant même, Québec, 2005), “Trastrueques” (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2007), “En la jaula de las medusas” (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2010), “A Doua piele / Segunda piel” (Academia Internaionala Orient-Occident, Bucarest, Rumania, 2011) y “Cartografía menor”, Ediciones Arlequín, Guadalajara, 2011.
En 2002, ganó el segundo lugar del Premio Nacional Victoria de las Mercedes, en la categoría cuento, y en 2004-2005 así como en 2006-2007, fue becaria del Programa de Estímulos a la Creación Artística Implementado por la Secretaría de Cultura de Jalisco y el CONACULTA. En 2004, publicó “Atrás de la Máscara” (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca). En 2005, publicó “Sueños en forma de laberinto/Rêveries en forme de labyrinthe” (Ediciones Arlequín/Ecrits des Forges, Guadalajara, Trois-Rivières), y la novela « Si tu traversais le seuil » en francés (L’instant même, Québec, Canadá), por la cual obtuvo el premio Jacqueline Déry-Mochon, y obtuvo mención honorífica en el Séptimo Certamen Literario de Cuento “Sobre rieles”, casa de la Cultura de Nuevo León, y en el Concurso de Cuento Breve Acento 2007. En 2007, ganó por unanimidad del jurado el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal con el libro “Todo lo que está aquí, está en otra parte”, publicado por el IMCA, Hermosillo, Sonora, y “Trastrueques” (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca). En 2006-2007 volvió a ser becaria del Programa de Estímulos a la creación artística implementado por la Secretaría de Cultura de Jalisco y el CONACULTA. De 2000 hasta su cierre en 2007, fue editora de la revista de arte y cultura Tragaluz. En junio de 2007, obtuvo una residencia en el BILT (Banff International Literary Center) del prestigiado Banff Center for the Arts, en Alberta, Canadá. En 2008, obtuvo el Premio Internacional Ditët e Naimit por su trayectoria literaria, galardón otorgado en Tetovo, Macedonia. En 2009, fue finalista del Concurso Literario de Radio Canadá en la categoría “Poesía”, segundo lugar del concurso de poesía Wine Fest, y obtuvo la residencia artística del FONCA en Argentina, de abril a junio del mismo año. En 2010 obtuvo el primer lugar del concurso nacional Timón de oro, en el rubro de poesía. En 2011, fue galardonada con el Gran premio Internacional de Poesía del Festival “Noctiles de Poezie”, Rumania, y el mismo año, fue Mención especial en el Concurso Internacional del Libro Digital “Uniendo Fronteras”, Junín, Argentina.
Opus mexicanum
Apátrida, más blanca fui que un muerto. (Pienso en la mitad nieve del ángel custodio que resguarda el sexto paraíso del Corán; pero su mitad fuego es la que gobierna aquí). Latitud otrora pisada: orla de mi infancia los bosques zurdos del Norte con su revestimiento de sal, de liquen y helechos.
Pero la proa de los días cambió la rosa de los vientos. (¿Quién tomó la medida exacta de la cruz temblorosa que forman mis brazos abiertos? Los cuatros puntos cardinales comienzan en la yema de mis dedos, con que dé vueltas sobre mí misma cuatro veces); yo soy yo, no aquella poeta, y di vueltas más de cuatro veces: la blanca carabela giró, eslora guiada por la luz. Una noche (digo noche, pero ¿será cuando la luna ―una lechuza― o será de día ―un girasol―?) no se escucharon más los pasos del destino: como piedra que
Dios hubiese dejado caer ―yunque sajando el aire―, me encontré en el Sur. Miré: rematada por el tajo limpio del horizonte brotaba ―pelusa de pedrería vegetal en la corteza terrestre, alfombra mágica— un sembradío ya no de escarcha, sino todo de agave azul.
Ya no respiran lento en el huevo forestal ―cielos en flor, otoño en rama― grandes esqueletos de celulosa; mis pasos no horadan más ―lezna de un huso mágico― la tela viva del silencio nevado. Aquí es la majestad del sol —yema enhiesta, diamante ígneo en altas moradas del añil deslavado en lavanda, corazón estático rodeado de nubes―, el sol que antaño fuera un dios. Y en esa llanura blanca no más donde se detuvo la romería de los astros, ya no terciopelo —naranja de tanto carmín encalado—, lejos de la catedral de madera que inocula las estaciones con el brebaje de robles y lagos y coníferas, se eriza un tapiz de brazos azulencos que maduran lento en su vientre el zumo de otro elixir. (¿Cómo te fueron a bautizar con un simple patronímico?: Tequila).
Qué Dionisio de bigote, espuelas y sombrero de charro (mandoble con machete : las espadas pasaron de moda) y qué Bacantes de trenzas negras y rebozo en hombro saldrán de la tierra al alba —sigilosas como el ejército invisible que son——, para custodiarte, tú que en latín (lengua de los muertos) te llamas agave weber weber. ¿Quién para hablarte de invierno, de arces milenarios que sangran despiadadas sanguijuelas de metal ―arpones nemerosos― al extraer su miel, como a ti te habrán de cercenar (no lo sabes aún, de pie bajo la luz) esos tentáculos verdiazul? /bien lo dijo un misionero jesuita, aunque lejos de Jalisco : ¡Dios mío, cuántas espinas tiene este país! El alquimista de piel oscura se asoma al caldero: la panacea (fermento del plomo en el intestino de la planta) hierve ahora; sube como un ángel manco en los tubos de destilación. Y mañana, caballitos en mano, la promesa del opus nigrum —transmutada la penca en agua de fuego— se cumplirá otra vez: el ojo en el quicio de la cantina contemplará los hermosos navíos en la dársena, iremos a dormir, criaturas pesadas que somos, acuñadas de festejo y embriaguez, que el alba sorprende erguidas en travesaño del mundo.
Luna en Capricornio en la casa ocho
La octava habitación de la eclíptica esconde a veces un tesoro palpitante. Blindado, centriabierto en el mantel amatorio del tálamo, se torna el hueso mismo de la alcoba. Brilla en medio del cuarto, que de iluminación recibe apenas, por la ventana, la luz frutal de las estrellas, un resplandor que chupa el vidrio como hálito invertido.
Qué caricia ha de traspasar la translúcida piel del metal para llegar a su laberinto escarlata, qué tacto sobrenatural amaina al roce su arritmia, qué mano en cuya palma brotarían orquídeas, instrumento de fragua instantánea que funde el hierro de la cáscara.
La mansión calcárea del caracol, la espiral pétrea del cangrejo ermitaño, y la doble valva del molusco resguardan en su dura cuenca la ternura de la carne; hela aquí envuelta en su armadura, desgajada, piedra trémula en un triple fondo.
Las pisadas se internan en el espejo.
El solfeo de las voces se filtra desde los pasillos.
La casa entera cabe en la alcoba.
Quédate frente al cristal
I
Quédate frente al cristal del acuario.
Mira las medusas, su frágil mesoglea.
Toca el vidrio que las separa de ti: tú también vienes de un acuario, aunque no lo recuerdes. No es un espejo maquiavélico sino pared transparente. Ahí las verás, en la pólvora líquida de la corajina, emplumecerse y convertir su materia de ruiseñor en aves de rapiña bajo el agua.
No necesitas binoculares: estás a un palmo, con la nariz pegada al cristal, viendo el palomar de pájaros subacuáticos picotear tu corazón.
Tu corazón pende de un anzuelo atrás de la cristalera.
II
Cuando era no-tuya aún, en el amnios de tu más profundo cuerpo, rodeada de aguamalas —rhizostoma pulmo como nombre de gala, el pulmo me recuerda cómo inspira el “pulmón en la tarima” del verso de Laura—, tú que no tienes nombre, ¿qué aguas nos separaron como un Mar Rojo hecho a tu medida?
Me hablaron de fallecimiento sin mencionar ataúdes. Me hablaron de tumbas sin cementerios. Me vertieron pócimas en el conducto auditivo.
Desde el iridio de tu muerte, ¿a qué piélago sin orla retornaste, las puertas de agua cerradas como surco de velero?
¿Qué universo interior —agua dentro del agua, cardúmenes en la galaxia del coral— cría cúmulos de estrellas diluidas en la sal?
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Poesía Contemporánea
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