Anderson Rocha Buelvas
ANDERSON ROCHA BUELVAS
(Caracas, Venezuela - 1981 - )


ANDERSON ROCHA BUELVAS. Nació en Caracas (Venezuela), el 2 de abril de 1981. Egresado como Odontólogo de la Universidad Nacional de Colombia en el año 2006. Actualmente vive en la región sur de Colombia. Se ha desempeñado como empresario y en materia académica como docente, investigador, ponente, autor de múltiples publicaciones y revisor de revistas científicas. Miembro de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social ALAMES, miembro del Grupo de Investigación de Violencia y Salud del Doctorado en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia y Miembro del Grupo de Investigación en Salud de los Posgrados de la Universidad Mariana. Incursionó en el campo de la poesía y la literatura tímidamente entre los 17 y los 20 años.


IGNEO JARDÍN

Recogido mi cuerpo en tu alabastrina formidable,
Espejuelos que perpetran mi duelo consternado,
Desmayándose entonces el tronco rijoso en carnes
Y durmiendo la llaneza de amante en retablos.

Sintieron tus entrañas ufanándose
Mi falo en trementina rezumando;
Sintieron tus labios de rosa deshojándose
La soñolencia de mis lirios consumados.
Soy persuasiva desavenencia
Cuando de manos estoy atado,
Soy la obsesiva inclemencia
Cuando tu estupor impenitente me ha apaleado.
Soy la pieza hueca o los castos rincones
Cuando aromas las paredes que con tu piel has embadurnado,
Cuando de excitarse mi corazón se hace convexo
Soy el corcel que busca su amo.

Desacataré mi ironía mordaz de tus promesas
Y desaprensivo en profusa apetencia
Me transformaré para erigir tus mares de delicias
Que me dispensan el rojizo ribete de tu capullo,
Que por doquier emite lastimera canturria por el miembro.
El miembro que anhela calar la viveza de tus cavernas

Admirar tu perineo desde los pilares de tus separados muslos,
Rasgar en el descenso de mi genital caprichoso,
Hundirme en tu blanda y mojada ambrosia
Mi más reprimido ensueño, bienamada.
Clavar mi flecha en tu abstracción,
Ser el picante bocado que harte la absorción de tu lengua,
Ser el portón que apelmace tu canal profundo,
Infinitas las ganas y el ardid de tu piel
Que apabullan la añoranza de aquellos trasnochos,
Que aseguraban tu vela en mi percha,
Que derramaba la lechosa miel en tu morro.

El licor que destila el rabillo de tus cántaros mamar,
El aceitoso orificio que alberga tu lasciva juntura lamer.
Te veo, callo, me embriago y desmorono.


HERMOSEANDOTE INDOCTAMENTE

Rizoma del grueso de un dedo
Apenas aplastado, nudoso e infidel;
Olor aromático, acre y de diuturno sabor delirante,
Húmedo, mórbido y calcinante.

Embeber la humedad de tu raudal a horcajadas,
Fragor que abemoladamente me ensordece y apetece,
Bigardía en tus aguas de mi batelejo,
El revoleo nuestro por tus carnes y el sosiego.

Cerval lengua que prevale del linde de tu vientre;
Vagaroso y coletudo en movimiento:
Carrasposo el empellón de lubricidad
Que me barajusta con fragancias
Y me aguijonea cuando se expande tu abiso.

Prisionero en el caserío de tus alaridos,
Frotando en tus arenas la blanca lluvia,
En el centro de la tierra y las pasiones,
En la lumbre que decrepita descaminadamente,
Por consiguiente ensoñando vivo.

El encuentro efímero difumina tolerancia,
En el umbrío que antevé la dulcedumbre acercanza,
Empecinado entonces como borricón
A discernir los desfachatados jadeos.

Tu, amor mío la celestina que silencias;
Livianamente sobornas el orto lanuginoso
Y a todas luces lancinas mis itinerantes besos.

Tu, amor mío la celestina que silencias;
Musitas que te acaricie,
Confundiendo los meandros de anatomía tuya,
Mansito verso en la oscurana de tu túnel
Y Obscenamente logro onecerte.

Tu, amor mío eres la jurguina que me observas dormijoso,
Como al  insidioso acumen,
Como a la vibración de idolatría.
Cuál viveza y gallardía naciera de su vigor y robustez
En el ignaro romance que incordia insensatez,
De facto, soy imbele ante furor uterino.


VENTUROSO FRENESÍ

Pasaba días y días en jadeante pena,
Testarudo a propalar mi hábito de sufrimiento
Para entonces alegórica tu simpatía que me hizo primerizo,
Ingenuo y descreído en la paz de tus misterios.

Fragilidad danzas en certidumbre
Imponderable por tu serenidad copiosa,
Virtuosa eres para violar la vanidad de mi encierro,
Entonces paciente espero la gloria…

Crasamente en el pasado asevere lo falso…
Eras tú o es tu embrujo la razón de mi testimonio,
Lo cierto es que atisbe sin antes reconocerlo
Y cogitabundo decidí envolverme en las llamas de tu fuero.

Fueron los frondosos árboles espacio de nuestra innata tendencia,
Fue el aroma del halagüeño bosque quién concibió el silencio
Y el inmensurable extravío de nuestras bocas.

No será el hado sino las palabras pesarosas
Las que emularan el fin de la insuperable codicia,
Las que amedrentaron mí acendrado sentimiento
Pero la brisa mojigata se hizo ante el litúrgico deseo.


CHAPARRON DE CAPRICHO Y BRÍO

Me ahogue un chubasco de la prodigiosa naturaleza,
Para nunca más sentirme desmerecido,
Para nunca más naufragar inconcluso,
Para nunca más una incruenta herida
Me margine como al perpetuo delito,
Que me ha de perdonar tu lenitiva esencia.

Brotan de tu tallo boyantes hojas de agraz
Que bebo hasta más no poder con indescifrable destemplanza;
Acostumbrado a esculpir chapucería,
Desenfundo mi furor con insolencia.
Cuando antes pude escupir al ábrego,
El veneno hábil en discordancia y bajeza.
Soy la pujanza que invalida más al lamento
Que sin conciliar avenencia alguna ha sufrido,
Como pobre a su asidua miseria,
Como la llaga sin cauterizar.

En el cántaro de tus entrañas se acallan mis bramidos,
Hostigando como un menesteroso;
En tu piel estrepitosa que susurra te bese,
Desenmarañando confesiones y gemidos de tu vaguedad,
Que dignifican tu cuerpo que no sabe donde la necesidad termina.

Fue antes de tus campos donde todo afecto, toda inclinación,
Todo deseo se hizo lujuria,
Violenta su envestida,
Deforme su dulzura,
Grande cuando de egoísmo obra a impulsos en bruma,
Me robo el aliento y la carne a pedazos,
Dejando cicatrices, llevándose mi espacio.

Ofrecer resistencia a las pasiones
Es quitarte el pan de la boca,
Es menguarte como el miedo sin peligro.
Liviandad e injusticia hacen en la razón
Árida y turbulenta las pasiones,
Cuando es el dolor y la deshonra el amor de los placeres,
Seguiré abrazando tu sexo y tu pecho como víbora,
Para que sea la distancia entre tu cabeza y mi mano,
Un devorador anhelo y una agreste caricia,
El necio intercambio de dos fantasías.

Tu alma recogida en vibraciones,
La noble flaqueza atizadora de su llama
En un grito de orgullo, sensatez y ambición;
Que aposenta los raros sentidos de la impaciencia
Como nunca antes afanada.



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