Xiomara Maura Rodriguez Avila
XIOMARA MAURA RODRIGUEZ AVILA
(Delicias, México - 1960 - )


Xiomara Maura Rodríguez Avila (Delicias, 1960) Narradora y poetisa. Miembro de la UNEAC (diciembre, 2009), del Grupo Iberoamericano “Espinel- Cucalambé”, “Décima al Filo”, “Ala Décima” y de la Sociedad Cultural “José Martí”. Licenciada en Español y Literatura. Trabaja como profesora en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Pepito Tey de Las Tunas. Ha publicado los libros Exhumación, de poesía (España, l996), El arcoiris en el vaso, de cuento (Sanlope, l992), Espantapájaros  (Sanlope, 2004), Antología Cósmica y Tanática  de la Poesía de Xiomara Maura Rodríguez Avila (México, 2004), Teoría sobre fantasmas (Sanlope, 2006). Xarahlai la gitana, novela (Editorial Oriente, 2008). Su obra aparece además antologada en Un grupo avanza silencioso (Editorial UNAM, l990 y l994) y en Todo el amor (UNAM, l995), Yo la peor de todas (Sanlope, 2003), Confesiones de Circe(2004), Árbol de Rimas (España, 1995), Antología cósmica de la poesía femenina en Cuba (Mexico 2007), Grito de Mujer (República Dominicana, 2011). Entre otras y en revistas cubanas y extranjeras como Del Caribe, Muchacha, Tribuna de La Habana, Ambito, Quehacer, Yo, Tú, Todos, El Indio del Jarama, etc. Ha obtenido diversos premios de índole provincial y nacional como Mirta Aguirre de cuento (l984 y l987), Poesía de amor de Varadero (l990 y l99l) y Premio Internacional de cuento Latin Heritage Foundation (Estados Unidos, 2011). Ha participado en importantes eventos, entre ellos el Encuentro internacional de narradores, efectuado en Bailén en l990 y en la Feria Internacional del Libro, Ciudad Habana, 2008. Tiene dos novelas y varios libros de poesía y de cuentos inéditos.


HUMO.
              
               Es la misma oveja oscura que de noche
               no se ve bajo los rayos de la luna.

                             Silvio Rodríguez.
             
Siempre nace una oveja negra
y en este caso la oveja negra fui yo.
Siempre aparece un número adverso,
ese nudo en la corteza,
una espina.
Siempre cuatro hojas en el trébol,
el humo identificable en la turquesa del estío.
Humo, humo sólo tengo.
Humo.
Humo me dan,
humo queda en mi interior.
Siempre hay una semilla junto al árbol,
una rama trunca,
alguna planta ajena.
En la pizarra azulgris de la lejanía
el futuro muéstrase escondido
cuando hasta los cirros muerden.
A veces el destino suple la promesa,
reinstala su cruz el diamante trismegisto,
por el pronóstico de lo incognoscible
en el océano del tiempo.
No somos sino la espiral eterna,
el levante ansioso,
la montaña, su cima clara,
el arrebol lejano que de ella se desprende,
el marfiso anuncio de la primavera
                                                    y su convite frutal,
el estío como una estación enferma.
Dejadme probar el sol,
                                      ahora,
el desierto con emblema de espejismos.
Dejadme alumbrar el axioma irrevocable
                                                           de mi vida
a cada segundo.
Yo soy el durazno que muere,
la clepsidra y su arena,
el prisma para el adviento,
la umbra de los solsticios.
Yo soy el vuelo tenaz en el espacio,
el fuego que levita,
el nudo que desata su urdimbre en los columpios de la muerte.
La muerte me encabrita,
contra mí tiende sus trampas feroces
y yo me desplazo como las sirtes que mueven su cola
                                                                                al viento,
se muestran como dunas en el horizonte y su ladera de solsticios.
No le dejo lamer ni mi dedo por esa boca que muerde feraz
casi a destiempo.
No dejo que me suplante fantasma a la medianoche.
Yo soy su oveja negra,
la de la muerte.
Mi pelaje es brioso por eso,
mis músculos esconden la inasible fortaleza de las panteras.
Yo soy la oveja negra.
Dejadme.
Dejadme vivir.
Ya es tiempo,
                       mi tiempo.

                                               Viernes 30, Mayo 2008.


LOHENGRIN.

                     “Tú, caballero desconocido de todos,
                       no eras desconocido para mí.
                       En sueños te vi antes
                       sobre tu barca encantada”.


                              Lohengrin. Leyenda medieval anónima.
                         
Dentro de mi puño cerrado
hay secretos que no puedo olvidar,
pronósticos que anuncian su clave,
teoremas que gravitan en el continuum vitae.
Dentro de mi puño cerrado
permanecen escritas máximas de Shakespeare,
leyendas de Krisnamurti,
sermones de Jesucristo,
versículos del Cantar de los Cantares,
promesas de tu amor inextinguible.
Dentro de mi mano izquierda
gira el gusano más inmundo de mi sangre,
trenzan su carisma vitral vellos de mi monte de Venus,
prevalece el signo de amores que no llegaron,
esconde el espejismo su condena letal.

       mi sombra,
                            mi fama.
Cual Julieta intemporal
soy deudora de mi vida a mi adversario.

       el único amor
surgido de mi único odio,
te allegas siempre con tu áurea estampa,
                                                                  señor de los designios,
                                                                       de los aciertos felices.
Amante mío,
                      señor de mi vida,
no sabes que mi corazón yace
entre la ceniza de noches noctámbulas,
que los cristales de mi telescopio
vuelan hechos trizas por el adviento y las penurias
                              de unos días que decursan frágiles
                                                                como la marea.
Vienes   caballero del Cisne,
gravitas ante mí como el Príncipe de las nupcias y las cosechas,
en conciliábulo amatorio,
con ese beso feroz e impredecible como el desvelo
                                                             y la furia de los amantes.
En tus ojos veo el sol,
                                     Ah el sol, 
                                                      ¡Qué maravilla!
Dentro de mi puño cerrado
despliega indemne sus alas el ave más tierna,
subyacen recuerdos,
frases que no llegaron a concretarse.
En mi mano izquierda,
que es la de la sangre,
canta una sirena su concilio de paz,
decursa mi cometa andariego,
el abismo esconde una lucidez fatalizada,
el oráculo despliega su enseña y su tapiz de gloria,
todo oriflamme agita su crepúsculo rotatorio
como una girándula.
Dentro de mi mano izquierda gravitas
                                                               Irremediablemente
como una estrella glauca y penumbrosa,
porque eres de mi signo  -atado a mi fatum-
estás signado por la danza de los cometas,
esos que en el celeste concilian eclipses,
           encuentros  suicidios  terremotos  centellas  mareas  llamaradas
                                                                       luciérnagas de fuego.
Desde tus ojos los astros
presagian este maremoto que nos trenza calígine.
En mi mano izquierda,
que es la de la sangre,
el sepulcro roto
exhala su perfume de muerte y liviandad,
efímera la vida pulsa su contienda,
el tiempo danza como las cuerdas de Einstein.
Dentro de mi puño cerrado
gravitas como un duende de mercurio,
una figura de arena en la clepsidra,
eres el fiel de la balanza. 

                                        Sábado 18, diciembre 2010.


POEMA LICENCIOSO.

                      Alto en la cumbre
                      Todo el jardín es luna,
                       Luna de oro.
                       Más precioso es el roce
                       De tu boca en la sombra.


                               Jorge Luis Borges.

Amanecí cantando
con los vapores niebla y humo
del olvido
encima y dentro
                       de mi cabeza.
Amanecí llorando
con los zapatos puestos
y el humo de vidrio
pegado en las cuencas.
No te vayas   amante,
duerme cobijado en mi cama.


Anteayer escupí un sueño
contra tu rostro,
hoy la luna me quema en la taza
                          de café con leche.
Mírame aún
          desde tus ojos glaucos,
ellos contienen una lumbre remota
                          asperjada en su fuerza y voluntad,
cariciosas     como el ensueño,
                                             la selva,   el Mediterráneo,
la furia de una palabra obcena dicha en el sexo.
Ah   alebrestada juventud
                               de sol y penumbra marina
donde todo arrebol
                                   es más libre.
Así habitas mi pubis quemado
                          en tu soleado relente brioso.
Así sostienes mi cuerpo en el deleite del tuyo.

Encanto de mi voz,
dame el arisco dominador influjo
de su mano de hierro y primavera
                                         sobre mi pulso,
el cadencioso grave regocijo de mis caderas
bajo sus muslos dominadores,
su espalda de sal y nieve
                                          toda músculos,
deja que le bese
                             otra vez le bese.


Perdona el desatino,
                                  la fijeza,
                                                  amado mío,
el albedrío convulso
que a ti me ata,
                          todavía,
el ígneo embrujo
de esta mocedad,
                             arquetipo de nieblas,
en que me abismo a destiempo
como en nueva adolescencia de pasionaria,
                                                           atada a tu beso.

Ahora somos dos niños,
                  jugando entre sábanas vuelcas,
ahora somos satélites en el desvío de una primavera agostada
                                                                      a la furia de  la posesión y el deseo.

Regresa   amor
cuando el atardecer
                  lanceolado de grises
                       habite la penumbra
                             de mi alcoba silvestre.
Todavía estás,
         cuando el ruiseñor
                        trina
con aleve descuido.
                                 
                                                       Jueves 6, enero 2011.




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