Áurea Lucrecia López Quiles, nacida en Alicante, se dedica a la enseñanza y tiene publicados varios manuales para el aprendizaje de la lengua y literatura. Durante varios años ejerció como profesora de español e intérprete en Londres y Oxford. También ha vivido en los Estados Unidos. Colabora asiduamente en recitales, acontecimientos artístico-literarios y antologías.
Ha recibido varios galardones, entre ellos, su novela Patchwork recibió en 2009 un Accésit y una Mención Especial, y el relato titulado En busca del tabaco perdido fue segundo premio de la SEMFYC (Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria). Este relato junto con otras obras de la autora conforman el libro Flores de sal, publicado por Casa Eolo en 2011.
Tazas de té y versos (ed. El Taller del Poeta, 2008) fue su primer poemario. Es secretaria de la ONG LÁPICES (rama española de IFLAC -Foro Internacional de Literatura, Arte y Cultura-) y de ANUESCA –Asociación de Nuevos Escritores de El Campello-. Recientemente ha sido propuesta como Cónsul de Poetas del Mundo en Alicante.
La última obra, un cuento en verso, Miguel y Violeta, estrellas rockeras, está pendiente de edición.
BAÑO DE LODO
Un baño de lodo me pinta la piel cansada,
es oscuro el barro que me cubre,
tan oscuro como la noche caminada hasta mi casa.
Respiro el olor a tierra fresca
que despide mi cuerpo,
mientras se apacigua toda mi nostalgia
en estas termas,
por cuyos sumideros,
arremolinados,
se atragantan,
aglutinándose,
casi ahogándose
unas a otras
las sobras de mi vida,
y los recortes de sueños
que tuvieron que ajustarse a lo real,
para salir después
por debajo de mi epidermis
medio rotos
desquebrajándose.
FLORES DE SAL
Recogíamos flores para un ramo por las salinas
en el comienzo de la tarde ese verano.
Con riesgo de una multa,
especies protegidas en las manos
tras años olvidadas, pisoteadas, desconocidas.
Nuestras brazadas por aquel mar silvestre
las iban descubriendo precoces y termófilas,
en inflorescencias,
asilvestradas y autóctonas,
de corolas espléndidas:
rojo, azul, malva, naranja, fucsia,
amarillas, rosas,
negras de sol…
Dialipétalas y de terciopelo,
de plumas blancas e indehiscentes,
frágiles, fuertes,
frugales, duraderas,
xerófilas y diminutas en un manto.
Las rozamos con los pies en la laguna rosa,
ellas blancas de sal,
submarinas,
una ilusión a nuestros ojos,
no las pudimos llevar con nosotros
sino apenas pixeladas,
en nuestros sentidos impregnadas.
PEGASO
Trescientos caballos me recorren el alma
o el corazón quizás.
No sé si es corazón o alma,
si son trescientos o mil.
Lo mismo da.
Sus pezuñas al trote
levantan polvaredas
sobre mis humedecidos ojos.
Tengo aferradas las manos
a las crines de un equino
que se convierten en alas
cual parapente pintado.
Y en el viaje avisto océanos
con olas de días y años,
con todo su calendario,
según rigen las mareas.
Olas de color cambiante,
siempre un fondo azul verdoso
confundido en horizontes
de ese gris tan cotidiano.
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