Francisco Cenamor (Leganés,1965). Ha publicado los libros de poemas
Amando nubes, Ángeles sin cielo, Asamblea de palabras, Casa de aire y Nada somos. Edita el blog literario
Asamblea de palabras. Profesionalmente se dedica a la interpretación en televisión, teatro y cine. Imparte clases de teatro en un centro privado y en centros educativos de secundaria.
Del libro
Amando nubes (Talasa Ediciones, Madrid, 1999)
El fin de la historia
Ya no tiene sentido la normalidad, ha llegado el momento de los disturbios espirituales, de cortar la calle con macetas, plantar magnolios en las autopistas, arruinar el futuro sembrando esperanzas, poner comas entre sujeto y predicado, correr de espaldas palpando el presente, subir de dos en dos las escaleras, abrir de par en par las ventanas de los viejos aposentos modernos, vaciar las estanterías metálicas
Acudir silbando a la biblioteca, enarbolar banderas transparentes que no nos amordacen los ojos, sorprendernos abrazados al paria, al que vino de lejos, a la prostituta, matar de risa al desamor, ir a la oficina de empleo cantando a Puccini, pagar la ópera con la cartilla del paro, recitar poesía desde el patíbulo, construir con firmeza en las nubes
Cada noche, soñarse escondido en el jardín, ignorando elecciones generales,
tarjetas de crédito
Del libro
Ángeles sin cielo (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2003)
Aventuras de barrio
Amores imposibles cuando descubres a la chica que en el tren te mira a los ojos cada mañana haciendo cola en el banco con su novio Miradas furtivas en la misa de once que acaban en una cita en el discobar Bares con olor a frito donde se niegan penaltis Goles marcados al sábado como si en ello nos fuese la vida Aceras por descubrir (ínsulas extrañas do luchar contra los coches, los nuevos gigantes Sancho) Valiente muerte juvenil sobre las ruedas del fin de semana, equipo de piernas para sillas de ruedas Mujeres con depresión que se asfixian subiendo al cuarto piso David ecologista intentando abatir a Goliath ministerio de obras públicas Cola del paro, Ley de extranjería, olmos y plátanos por palmeras y lianas
Sin salir de mi ciudad, el mundo se ha convertido en una apasionante aventura
Solo en Barcelona
Uno no se siente más yo que cuando está solo en una ciudad que no conoce, y además hay calles desabridas con hileras de dos faros que no se detienen y oloroso silencio frente a la Sagrada Familia (ese esqueleto de fantasma cuyas puntas se pierden en la noche del cielo) y el viento sopla frío y las farolas están tristes y las palmeras quedan ridículas en aquel frío y por fin La Rambla donde paseamos todos los forasteros y miramos cómo recogen las flores y las putas tan jóvenes y negras y bajamos los ojos y alguien mira y hace señas y la ciudad es hostil de repente y coges el metro en Drassanes hasta el frío hostal donde te alojas y en la habitación piensas estás solo pero es que esta vez querías estar solo
Por eso es mejor que ella no haya venido y hubiese mar y olor silencioso,
fantasma de Sagrada Familia y ciudad que no conoces, farolas tristes y La
Rambla, forasteros y putas y metro y la habitación del hostal donde estás solo
porque esta vez quieres estar solo
Del libro
Asamblea de palabras (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2007)
Cansancio ajeno
Hay cada mañana una mujer María que se sienta al borde del abismo de su cama, mira hacia abajo antes de saltar, duda sin remedio de si irá al trabajo
Hay cada tarde un hombre Manuel que se sienta cansado en un banco del gimnasio, mira su contorno que no cede, piensa en sacar mañana todo su dinero e irse
Hay también cada mañana un joven Raúl que coge sus libros para ir al instituto, mira con ojos dormidos el desorden de su mesa, encuentra el cedé que le gustaría quedarse a escuchar
Hay cada atardecer una abuela Cipriana que abandona con paso cansado el cementerio, mira con envidia la tumba del marido, siente que pronto se liberará de su pesado cuerpo
Niños y niñas
Estás y ya no estás: dicen que hay muchos niños que mueren de hambre cada día (estás y ya no estás) y otros niños nacen cada mañana, como las nubes que no sabes donde qué tierras mojarán Hay nubes que están en el cielo mucho tiempo y un día ya no están (como los niños que a veces ya no están) Pero el agua que dejaron las nubes pueblan cada tierra de raíces
(como los niños muertos)
Del libro
Casa de aire (Ediciones Amargord, Madrid, 2009)
De la serie ‘Casa de aire’
XIII
Enseñas
la foto de tus hijos
cuando te piden
el carnet de identidad.
De la serie ‘Ríos de gente’
8,47 a. m.
El niño tira la piedra,
muere el pájaro contra el tronco del árbol.
La piedra cae al suelo partida en su frialdad.
El niño mira el pájaro un segundo,
la sangre saliendo por el pico.
Se vuelve, se va sonriendo.
El barrendero recoge
pájaro y piedra
en su carro de basura.
De la serie 'Última función'
Acto primero
Un actor sale al silencio del escenario.
En una esquina, en penumbra,
el reflejo de un cuerpo apenas perceptible.
-He de ir-, dice el actor a la sombra.
En la fila tres del teatro, en la oscuridad,
una mujer aprieta la mano de su hombre.
Acto segundo
La actriz espera desnuda la llegada del hombre.
La espectadora de la fila ocho
mira anhelante los pasos que se acercan.
La actriz sale al encuentro.
La mujer mira a su lado el asiento vacío.
Acto tercero
Oscuridad. Se buscan las manos sudorosas de los actores.
Se hace la luz. Todos aplauden.
El hombre de la fila tres se levanta.
-¡Bravo!-, grita. Ulises no ha regresado.
Acto cuarto
Sola en la inmensidad del pequeño teatro.
La luz ha roto ya la frontera que separaba a los actores.
El héroe, vestido de calle, sale sin ver a la mujer que aguarda.
Ella presiente la soledad de su cama deshecha.
Acto quinto
Se han marchado todos.
Un cuchillo falso reposa en un estante
recogiendo la tenue luz que entra en el camerino.
Dos maniquíes conversan en silencio sobre
el final del último acto.
Lo permanente se instala en lo vacío de la escena,
posibilidad de ser siempre la última función.
Del poemario Nada somos (Editorial Luces de Gálibo, Málaga, 2011)
De la serie 'Yo'
Espejo
Un espejo cae a gran velocidad Apenas tenemos tiempo de apartarnos Desde una ventana alguien ha visto reflejado su rostro no se reconoce Los mirlos deslumbrados por algún rayo de sol atrapado por el cristal huyen de sus ramas Ha caído junto a un perro disimula su miedo con un pequeño salto se lame la cola Miles de pequeños espejos estallan en la calle nos persiguen nos recuerdan nuestras caras asustadas nuestro miedo nuestro asombro Terminan de asentarse en el suelo
Silencio Shock El llanto de un niño
Hay miradas que comprueban los daños Otras comprueban que estamos bien Alguien ve salir de su pierna una breve gota de sangre Los coches reanudan
la marcha convierten en polvo de estrellas los mil hijos que ha sembrado el
espejo Una mujer se santigua toma un trozo de cristal lo envuelve en un pañuelo lo echa al bolso Otra se abraza a un hombre llora Desde las ventanas los comentarios acechan una respuesta Más allá sobre las azoteas los mirlos se reponen Uno ha vuelto tímidamente a su nido
Echamos a andar En ese momento la vimos caer a ella Ya estaba rota antes
de saltar Alguien creyó verse reflejado en sus ojos mientras caía
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