Diego Vaya (Sevilla, España, 1980).
Profesor de Secundaria. Ha ganado, entre otros, el Premio de la Universidad de Sevilla de Poesía, el Premio Iberoamericano de Narrativa Fernando Quiñones o el accésit del Premio de Poesía Adonáis.
Publicaciones:
Poesía:
Las sombras del agua. Editorial Alhulia, Granada, 2005.
Un canto a ras de tierra. La Garúa, Barcelona, 2006.
El libro del viento. Rialp, 2008.
Única Herencia. Universidad de Sevilla, 2009.
Anales desde el exilio. Los14ochomiles, Córdoba, 2010.
Narrativa:
Inma la estrecha no quiere mi amor. Ediciones de la Isla de Siltolá, Colección Levante. Sevilla, 2011.
POEMAS
Los oigo sobre todo por la noche.
Algunos son de quienes ya no están.
Otros, de quienes hace mucho tiempo
no tenemos noticia.
A veces me parecen tan lejanos
como pequeñas luces en la niebla.
Otras veces, en cambio, los escucho
con toda claridad,
al otro lado de la habitación.
Daría cuanto tengo
para dejar de oírlos.
Para que no vinieran
desde lo que he perdido para siempre.
***
A veces el diluvio habita tu pupila vuelve a pesar de la promesa vuelve Puedo pasar las noches y los días allí contar hasta cuarenta y cuatro soles contarme con las aguas del diluvio contarte cualquier cosa con tal de que no llueva Cuarenta y cuatro lunas me enmudecen
A veces el diluvio habita tu pupila y la flor del perdón se pierde sin remedio -apenas ya es un tallo- se ahoga en el infierno de la duda Y tus ojos son negros y vuelan por encima de los mares
Cuando el diluvio vuelve vuelvo con esa frágil flor refugio del dolor Esos pétreos gigantes del orgullo engendran las desdichas sin piedad todo lo arrasan a su paso
Cuando cesa el diluvio y las aguas descienden y dejan ver la tierra rojiza de tus labios se hace paloma tu silencio y sin rama de olivo vuelve acaso es que no busca con qué fue atravesado el corazón
***
No busques más. La calle está desierta,
vacíos los cajones y el espejo
es una herida abierta de río que se raja
para arrojar a un pueblo. Estás a ciegas: tientas tanta lágrima,
Tanta desdicha dicha en el silencio, tanto
tanto y tanto de nada
que lo cierto es un ciervo que huye y lleva
algo de ti, un temblor que no conoces.
La calle está desierta. Te despierta
tantas noches un grillo, un grifo, un grito
que no se cierra y sale como sangre,
No lo distingues bien. En el cajón
descansa tu cansancio. ¿Te das cuenta?
¿Te das cuenta de todo cuanto pierdes,
del tiempo puesto a plazo fijo, que
sería más fácil dormir?
Alguien o algo tiene que haber,
alguien o algo, ¿verdad? ¿Quién no te dice
que huyó con tu certeza? Si vieses... Pero solo sabes
de ti por un reflejo,
por esta clara caridad de azogue.
¿Y todo cuanto tocas con la voz?
¿Y todo cuanto envuelves con la piel?
¿Y todo cuanto extrañan tus entrañas y tu alma tiritándote de nada?
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