El Gran Poema Invisible
Si, dulcemente voy a raspar un
fósforo,
en tu alma y te encandilare.
Tu vientre, Armagedón donde combaten su invisible guerra,
Una jauría demente de azafranes.
Tus labios, dos arco iris, dos mañanas de pintada lujuria en sus muros,
Un grito penoso de animal silvestre,
Adormecida lluvia de cedrón cerca de la seis de la tarde.
La sagrada soberbia de tu belleza llena el vacío fecundo,
Sobre el aire enamorado de la medianoche,
Tus besos, palomas recién bautizadas, en el orgulloso,
Acantilado de la libertad.
Tus palabras, juncos de poesía, arroyos del edén,
Agua dulce bajo el susurro de los ángeles en reposo.
Ariscos gritos de primavera enajenada,
Cayendo sobre mí como un ejercito de rosas mojadas.
Leve figura de mujer, materia sutil que busca su forma,
En las tardes grises de las viudas camino a un entierro,
Y cae la ultima hoja del tiempo,
Como dos gotas de almendra, entre fragmentos de violetas.
Seis de la tarde, explosión de manzanas adolescentes a las seis de la tarde,
En el sudor de una mujer en fuga, en el amor con agujas de cristales,
Como ladrones del otoño entre violines nupciales,
Cayendo sobre la pólvora reseca del ultimo suspiro,
Destejiendo el amanecer detrás de las seis de la tarde.
II
Quiero dormir dentro de ti, los otoños de la imaginación,
los poemas con sus embajadas de cereza, olivos y margarita.
todas las plazas con sus murmullos asesinos.
Quiero soñar dentro de ti, con el vuelo fugaz de aquellos pájaros,
bajo el entretiempo encendido del lento ritual de lo añejado,
silenciando la melodía de los caníbales en sus banquetes de bohemia.
Quiero encender dentro de ti, todas las razas, todos los enigmas,
todas mis fugas, el precio de todas mis muertes,
la sangre de todas las primaveras.
Todos los vértigos, todas las tragedias, todos los recodos,
todas las trampas, todas las luminarias,
todos los amaneceres donde heridos mueren los cisnes.
Quiero guardar muy adentro de ti,
fragmentos del atardecer, mi suerte, mi destino de pecador y vagabundo,
mi cansancio y mis campanarios,
mi segundo de juventud, mi tabaco de estafador.
Quiero olvidar dentro de ti, las espinas del tiempo,
los perros de la luna, las balas del recuerdo,
el perfume amarillo de mi nostalgia.
Y entre melodías de caníbales,
volarnos el alma con el fuego sagrado del amor,
mientras transmuta el infinito sus perfiles de ciego mercenario.
III
Arderán centauros azules,
La noche que tu mirada viajera acaricie con sus luces prisioneras,
Este viejo corazón que sueña descender hasta sus sombras.
Los diamantes del olvido con sus perfiles de barro y cenizas,
Tallaran los suspiros de cada arco iris,
Anidando sus besos entre las ciegas luciérnagas de este amor.
Deshojaremos el aliento de cada ángel,
El agua de cada amanecer,
Confundidos en el eco de nuestros nombres,
Desnudos en la pausa del abandono.
La noche detendrá su palpitar, contemplando tus besos,
Una lluvia de jarabe.
Y habré muerto,
Cuando la primavera mire el otoño derretido de tus pechos,
Contemplando bajo los besos de tu aliento,
Los puñales enardecidos que salen de tus rosas heridas.
La noche que la luna,
Ponga sus lagrimas de olvido sobre tu corazón,
Siete demonios por las avenidas azules de mi mente,
Desbastaran los campamentos de mi sangre.
Bajo la ventana de lluvia y palabras,
La doncella dormirá sus días, en el tallo tibio de una joven rosa,
Que vencida de poesía,
Beberá las sombras de las ultimas estrellas.
IV
Recorro trémulo tus calles para detenerme en la esquina de tu noche,
Desorientado pregunto a los duendes que reniegan de su tormento,
Si la ciega luz que sale de tu desnudez, podrá con este silencio,
Molinos de fuego que empujan mi alma.
Vagan las estrellas un negro carnaval sin destino,
Baila la muerte en el centro cerrando sus ventanas,
Llora la ausencia de su amado en la mañana triste,
Mientras sus lagrimas dan de beber su recién nacida locura.
Se agitan los vuelos de mi nostalgia entre vahos de confusión,
Enredan tus alas el camino de mil palabras,
La princesa del miedo preside su gran acto,
Y brotan por los ríos del corazón las semillas del padre dolor.
Giros misteriosos en las gargantas de las plazas, en las narices del otoño,
En los barcos abandonados, en las trincheras del amor,
En los altares de la lluvia, en las catedrales de la noche.
Las begonias bailan joviales en los ojos del cisne,
Cuando los traficantes del olvido degollan las sombras de la luna.
Dos vírgenes fantasmas le arrancan la piel al amanecer,
Con trajes de nicotina intentan vestir su soledad.
Mas las musas atormentadas del poeta han borrado el camino,
En ceremonial murmullo parten al velorio del muerto ruiseñor.
En su bajel de batalla navegan con un ángel dormido,
Inmóvil y aturdido llora en la proa su pagano corazón,
Mientras muerde el alma a pedazos un vuelo de quimera,
De la ciudad de los sueños la desesperanza despabila sus mariposas.
V
Recorro trémulo tus calles para detenerme en la esquina de tu noche,
Desorientado pregunto a los duendes que reniegan de su tormento,
Si la ciega luz que sale de tu desnudez, podrá con este silencio,
Molinos de fuego que empujan mi alma.
Vagan las estrellas un negro carnaval sin destino,
Baila la muerte en el centro cerrando sus ventanas,
Llora la ausencia de su amado en la mañana triste,
Mientras sus lagrimas dan de beber su recién nacida locura.
Se agitan los vuelos de mi nostalgia entre vahos de confusión,
Enredan tus alas el camino de mil palabras,
La princesa del miedo preside su gran acto,
Y brotan por los ríos del corazón las semillas del padre dolor.
Giros misteriosos en las gargantas de las plazas, en las narices del otoño,
En los barcos abandonados, en las trincheras del amor,
En los altares de la lluvia, en las catedrales de la noche.
Las begonias bailan joviales en los ojos del cisne,
Cuando los traficantes del olvido degollan las sombras de la luna.
Dos vírgenes fantasmas le arrancan la piel al amanecer,
Con trajes de nicotina intentan vestir su soledad.
Mas las musas atormentadas del poeta han borrado el camino,
En ceremonial murmullo parten al velorio del muerto ruiseñor.
En su bajel de batalla navegan con un ángel dormido,
Inmóvil y aturdido llora en la proa su pagano corazón,
Mientras muerde el alma a pedazos un vuelo de quimera,
De la ciudad de los sueños la desesperanza despabila sus mariposas.
VI
Bajo la dulce sombra, la rosa galena tiembla,
Guardan sus ojos el miedo robado a las nietas del deseo,
burbujea sus contratiempos la pasión de la lluvia,
como el violín asustado del santo ruiseñor.
Señora de las tormentas bajo tus dulces manos,
Se estremecen los barcos ebrios del poeta,
Estrella enterrada, pulida con tu aliento,
Como la tristeza de un deseo,
Que ha perdido su alma.
Mariposas imperiales de un trono de agua,
Corren desesperadas por la noche,
Gritando tu nombre anadiamantado,
Susurrando apenas al amor,
Como una primavera que aun no a sido traicionada.
Almendro virginal en el eco solitario del mar,
Encendido silencio en el idioma floral
De una canción extraviada por un ángel ebrio.
Nocturna rosa galena,
Desde los astilleros del invierno se escucha la voz,
El amor solo es una respuesta,
Con demasiadas preguntas.
VII
Se alejo corriendo del alma por los callejones atardecidos de su mente,
La tenue luz de sus manos a descubierto a las empleadas de la noche,
Hilando su desesperación.
Pero de lejos llega su voz, ordenando los vientos,
Decretando primaveras para la comparsa de un desconcertado funeral.
Cierro los ojos y el fantasma de un fantasma, navega en palabras,
Con su cargamento de aullidos indios.
La noche trepando por mi ventana con sus dioses muertos,
Descubre la sangre del puerto sobre fantasmal cubierta,
Mirando desde el portal marchito las huellas de un hombre de niebla.
Por que tiene la locura el rumor sagrado de tu nombre,
Y es tu sangre el eco desesperado que no ata y nos llama.
Sobre el despertar de la nieve voy cayendo en oscura pendiente,
No me dejes llegar por que quiero soñarte en el país donde no hay sueños,
Y voy a encontrarte, bumita
Con tus ojos perdidos de países sin inventar, con tus labios de maldiciones indias,
Con tus ojeras de siglos incendiados, pescando palabras de colores,
Sobre un río de versos.
Siéntate en la esquina brumosa del tiempo, junto a los pescadores y sus barcas,
Y sobre el fuego negro de la tarde enciende el fuego prepara el te,
Estoy llegando a tus brazos para contarte un sueño,
No cruces el agua, hija del incendio,
Sigue contando piedras y no te permitas mirar atrás.
Ya viene la gran amante vestida de iniciales,
Gritando sobre el alba, sobre tu piel de ceniza mojada,
De dioses tristes, de soledades aladas.
VIII
Mas tarde sobre el pueblo abandonado de la poesía,
Cruce el puente donde el deseo practicaba sus rituales de locura,
Sobre las alfombras recién compradas de la realidad,
Reclutaba soldados de agua,
Para la reina que encadenado a sus pies tiene al amor.
Cabalgando sobre las alas limpias de un ruiseñor,
Pude tocar con mis manos la sangre que lloraba por sus tobillos.
Intente secar sus heridas con unos versos mojados,
Pero como un gran río sus palabras me inundaron el alma,
Susurrando me decía,
Deja quietas mis cadenas, poeta bastardo,
De ilegales sombras y falsificadas ofertas de lenguaje musical.
Partió al cielo y huyeron desnudas las hijas de la sombra,
Su risa de niño me decía,
He amontonado los cadáveres picados de melancolía,
Con los huesos de los amantes alimente las estrellas,
Con la sangre de los poetas he pintado los labios de todas las rosas,
Corsario de fantasía, largo de mi tierra,
Guarda ya tu inútil espada de viento y lluvia.
Diez vírgenes de negros colmillos, borrachas de melancolía,
Besaban los pies del esclavo, y entre sus alas de papel,
La poetisa tallaba el aire de sus amantes,
Mientras el traductor de silencios gritaba su perdición.
JARO GODOY.
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Si, dulcemente voy a raspar un