En 2008, en México, su obra Mundo crudo, Patagonia satori fue ganadora del Premio Internacional de Poesía Macedonio Palomino para obra publicada.
UNA NARANJA
EL cuchillo recorta circularmente la naranja
bajo su cáscara.
Hace correr el jugo entre el filo y la pulpa,
marcando el cauce de un camino líquido
que rodea a la fruta para venirse a tu mano.
Viéndote ejecutar esa maniobra, pienso que
algo terrible ocurriría con mi corazón
si tu apetito cayera en desgracia.
Ese movimiento giratorio, ese descascarar
en crudo para llegar al brillo de la pulpa,
daría con la parte más débil de un hombre
y la desnudez de su sangre brotaría hasta
manchar sus ojos de la manera más vergonzosa.
La diferencia la marcaría el ángel que mueve
tus manos.
Porque la fruta gira entre tus dedos para que
su carne se abra por entero a la luz.
En cambio, un corazón se pudre si no se lo corta
en el momento preciso.
Queda dudando lejos, cavado en una ruina oscura,
a treinta y cinco centímetros por debajo
de la boca.
La mecánica natural del alma
hace que las pequeñas miserias
se conviertan en el riego natural del ojo.
Gota a gota trabaja la tristeza mientras el llanto
activa cada parte, cada minucia ordenada
en la memoria del dolor.
Entonces viene tu abrazo, tu súplica,
y el llanto avanza, transforma tu pérdida
en un sufrimiento líquido.
El ojo se cierra y la gota viene a colgarse de tu nariz.
Cae, y antes de estrellarse, forma en el aire un mundo
ausente de nosotros; un mundo transparente
que alcanza a brillar, a sacudirse como si estuviera vivo,
a reflejar dos rostros sorprendidos que no comprenden
cómo la naturaleza puede perder algo tan bello,
tan perfecto a la hora de reventar y que no los contenga
en cada astilla de agua que vuela cuando se abre.
HORA DEPUESTA
Una aproximación a la verdad
es el pollo que gotea colgado de las patas.
Más abajo, el batir del agua caliente
contornea el vapor que trepa
entre espirales blancuzcos
para que la crudeza del ave
se empape a razón
de una desprolija combustión
que ha comenzado a dorar su espíritu.
A unos pasos de allí, la cocción despiadada
de muslos y pechugas no perturba
ese otro vapor que emanan
nuestras carnes desnudas.
Más tarde, consumido el trámite de almuerzo
y mutua devoración, queda una certeza
que demora el ánimo de las partes,
cuando el entorno adormece
el aroma de las luces.
Ver el fuego apagado, ver los huesos molidos
en la basura y ver la cama revuelta bajo tu cuerpo
es una provocación a la desmesura de lo efímero,
a lo poco que puede tentar una verdad
cuando lo doméstico se resume
en la volátil ceniza del mundo
y nuestra existencia es como esa última
gota de grasa que cae sobre el carbón,
como esa última gota de tiempo
que nutre la espera
y hace de la distancia
una mentira posible.
Volver a índice
PORTAL DE POESIA