PEDRO JAVIER MARTÍN PEDRÓS
(Huelva, España - 1952 - )
Huelva 1952. Poemas suyos se encuentran recogidos en las antologías “Antología de poetas onubenses” (1.976),” Las noches del 1.900” (1.994), “Poetas por la Paz” Ediciones 1.900 (1.995), Padres y Madres (México 2.011, antología internacional del escritor Dante Medina). Y las revistas españolas como Volandas, Cuadernos del Sornabique, Océano y Traslapuente, participando en el año 2006 en el proyecto METAFORFOSIS (Caja de sueños) y en LABERINTO DEL VIENTO de la colección Punto.
Tiene publicado los siguientes libros: Trozos de Vida (1992),
Huellas de Agua (1994), Travesía Interminable (2005).
En la bajamar (2009)
Inicia en el año 2007, junto a Lupe García Araya, el proyecto “Poesía en la distancia” (primer libro de la colección), publicando en el 2008 “Viaje Inesperado” (segundo libro). En el año 2009 “Abrazos de náufrago" (tercer libro).En el 2010 el cuarto libro de dicha colección " Sin dejar Señales ". Y en 2011 “Silencios encontrados “ el quinto libro de la colección.
Ha participado en los proyectos “Haz rodar una poesía“denominado GIRAPOEMA. Y Poesía de Barra (un bar de poemas) de la editorial A Fortiori.
Actualmente, es coordinador del Azuldemar, colaborador habitual en diversas revistas virtuales. Es miembro de las siguientes Asociaciones: Asociación de Escritores y Artistas Españoles, Poetas del Mundo y REMES. Red Mundial de Escritores en Español.
Correo electrónico: jmartinpedros@hotmail.com
Blog Azuldemar: http://huelvasurlibre.blogspot.com/
***
Lloro con el rasgueo de una guitarra
sin fronteras,
ante la marcha infinita de un adiós
lleno de lluvia,
con los huérfanos de lo cotidiano,
y con manos arrugadas de sufrimiento.
Lloro cuando la puerta
está siempre cerrada para
los mismos,
y los mismos nunca tienen voz.
Lloro cuando roban un abrazo
en cualquier hospital,
cárcel o burdel.
Lloro ante un pincel roto,
una palabra herida de rencor
o cualquier amenaza a la
alegría.
Lloro ante los pasos de
un soldado con destino a
“guerras solidarias”
y su familia esperando
eternamente en la ventana.
Lloro pelando una cebolla,
pariendo un poema,
y la comunicación imposible.
Lloro tras las cortinillas de un
vagón iniciando la marcha
en cualquier estación del año.
Lloro ante tu pañuelo, oliendo
fragancias que ya se fueron
anunciando recuerdos de ida y vuelta.
Lloro con la música que une puentes,
cuando amo acurrucado a tus entrañas,
y no encuentro luz en mis sueños.
Lloro en la orilla de cualquier
playa sintiendo las caricias
que me envías con las olas.
Lloro si no siento los silencios
que me dicen que estás cerca.
Del libro : " Poesía en la distancia "
***
La puerta de la vida
se me presenta con cantos agridulces.
Mi patrimonio es un
manojo de sueños.
Cada estación pasa deshojando la
arboleda de mi palabra.
Soy romero,
vela abierta,
silencio pactado,
opresión compartida,
fecundación in vitro,
sacerdote de mis sombras,
hoja de otoño,
poeta de nada,
mosto de la tierra,
repartidor de caricias, volador de corazones
bebedor de amaneceres.
Del libro " Travesía Interrminable"
***
En aquella ocasión, me encontraba a pie de playa,
era un miércoles de Agosto al medio día,
con un calor insoportable, del que me refugiaba
en mi vieja sombrilla, cómplice de tantas historias…
Tenía entre mis manos el libro «Fe de erratas «
De José María Parreño, perteneciente a la colección
Puerta del Mar, abierto en la página 75
de esta edición donde leía un poema que empieza…:
«De entre todas las cosas
amo las desgastadas,
las que el tiempo decora con cambios y con
pérdidas.»
A lo lejos empiezo a recibir un sonido
como una voz, cascada en soporte de
megáfono de mano, que se acerca lentamente,
me voy esforzando en descifrar su mensaje, que dice:
¡Oiga, llevo la patata, la botella de agua, el
acuárium, la coca-cola, la cerveza fresquita!
Insiste una y otra vez, casi seguido. Ya frente a mí:
¡Oiga, llevo la patata, la botella de agua!…
una y otra vez.
Recibo la imagen de un joven de raza gitana,
descamisado, con sombrero de paja y
carrillo de obra viejo.
Su mercancía situada ordenadamente para dejar espacio
a un altavoz de mano a pilas,
cuya grabación repetitiva solo desconecta
cuando se le acerca un cliente.
Entretenido con esta imagen continúo
leyendo el poema de Parreño:
«El tiempo las corrige,
las dispone para su verdadero cometido,
las detiene invisibles de
tanto ser miradas…»
Doy un salto en mi mente y sin
darme cuenta,
me pregono en mi interior
con infinita timidez:
¡Oiga, llevo el mar, la sonrisa!
el azul, el abrazo, la poesía, la patata!
¡Oiga, llevo el mar, la sonrisa,
el azul, el abrazo, la poesía, la patata!
Del libro " Sin dejar señales "
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Poesía Contemporánea
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