CARLOS ESTEBAN CANA
(Bayamón, Puerto Rico - )
Carlos Esteban Cana es comunicador y escritor. Nace en Bayamón, Puerto Rico, pero se cría y desarrolla en el pueblo costero de Cataño. Fundó la revista y colectivo Taller Literario, que cumplió en el 2011 20 años de fundación. Se ha desempeñado como Coordinador Editorial para la Oficina de Revistas del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Fue integrante del grupo de escritores vinculados al hoy proyecto editorial El Sótano 00931. Actualmente publica “En las letras, desde Puerto Rico”, que se ocupa del acontecer literario en ese país caribeño, boletín que se reproduce en diferentes partes del planeta. Cuenta con 43 cuadernos poéticos realizados hasta la fecha, entre los que se encuentran antologías y otros “experimentos cuadernísticos”, y de igual forma ha cultivado la narrativa, con más de 150 cuentos escritos. Una muestra de su obra poética y narrativa está disponible en diversas bitácoras y espacios cibernéticos.
El dolor y la soledad
El dolor y la soledad
han sido fieles,
tras la partida
no hay día que se resguarden,
ni calor intenso
ni lluvia frenética y desproporcionada
que les anime
a tomar alguna licencia
por vacaciones o enfermedad,
incluso ahora
mientras tecleo
aquí están
asegurándose el tono irreverente de mis versos
fruto insolente de su consejo mordaz,
yo, por mi parte, no doy más
ruego indulgencia
si este poema deja
cierto sabor a decepción y desconcierto.
Sueñas
Sueñas, ahora sueñas tranquila
y siento celos del absoluto
dominio de Morfeo en ti,
aquí es cuando me rebelo y el verso
permite ingreso al onírico
reino donde eres la hija invicta
del sol naciente y danzas con elegancia
el final del solsticio de invierno.
Soy testigo de cómo la luz
desplaza su presencia por las horas
que antes, mi amor, eran oscuras.
Y descansas en mis brazos
mientras sueñas que despierto ira en Morfeo
cuando ingreso, celoso, a tu sueño.
Si el corazón
Si el corazón una vez latió
con la inmensidad plena
de la certeza
y te movió arrojada tras el suspiro
a los confines remotos de la esfera
allí donde los tiempos inmemoriales
marcaron el paso del emisario divino
responsable del tono púrpura
de la blanca florecilla
Si alguna vez el corazón latió con certeza
y te llevó a conjurar el rito
cuando aún estaba dormido
(no tembló tu mano;
sólo en mí
se hizo el sagrado sortilegio)
Ahora que vivo despierto,
apasionado,
y aún persiste la esencia floral
sobre mis párpados
¿Por qué me dejas aquí,
bajo la sombra del manzano?
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