"... un escritor sencillo y afable, mismas razones por las que alguien debe ser captado por la memoria". J.L.
JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS
(Santa Martha, Colombia - 1946 - )
Nació en la ciudad de Santa Martha. Poeta, novelista y periodista. Considerado uno de los más serios estudiosos de la vida y obra del poeta Chileno Pablo Neruda y de la Generación del 27 de España; autor de Las Puertas del Infierno, El Muro y las Palabras, El Esplendor del Silencio, Los Años extraviados (Novela), Laberinto, Cantoral, Poesía dispersa, Rapsodia del caminante, Oficio terrenal, El libro de las visiones y La fiesta perpetua (Poesía), El diluvio inolvidable (Cuento), entre otros.
Ganador del Premio de Poesía "Carabela", Barcelona, España, 1968
Ganador del Segundo Premio en el IV Concurso de Cuento para Empleados Oficiales, Bogotá, 1980.
Ganador del Primer Premio de Poesía "Entreletras", Villavicencio (Meta), 1982.
Ganador del Premio Nacional de Periodismo "Simón Bolívar", categoría "Mejor Entrevista en Prensa".
Ganador del Premio Nacional de Novela "Aniversario Ciudad de Pereira".
Finalista del Premio de Poesía "Hispanidad", Barcelona, España, 1966.
Finalista del Premio de Cuento "Riopaila", Bogotá, 1967.
Finalista del Premio Internacional de Novela "Jorge Isaacs", Cali.
Nominación al Premio Internacional de Novela "Rómulo Gallegos", Caracas, 1987.
Candidato al Premio "Príncipe de Asturias" de las Letras, Asturias, 2000.
Es propuesto como candidato al Premio “Reina Sofía” de Poesía Iberoamericana, La Habana, 2000.
(Fuente de foto: web del autor).
JÚBILO
No faltarán palabras para cantar el júbilo,
siempre tendré un murmullo.
Para abrir el silencio,
para herir la clausura de la noche
siempre tendré en mis labios un balbuceo,
un canto, una balada,
nunca un eco que roce mi boca o mi destino.
Nunca vendré de nadie para alabar tu cáscara,
sobrarán los instantes para besarte íntegra.
No faltarán las sonrisas
ni goces en las ceremonias improvisadas.
Todo se hará a su tiempo y será pronto.
Ahora abandonémonos a este ocio invisible.
ALGARABIÓNICA
Sombra pesada pasada voy a demolerte
a torcerte como a un trapo mojado
para volverte añicos y sacarte luz.
Y no sé cómo eres yo que sé que existes
yo que sé lamer los ríos de ariquipe
escuchar el incienso en locos templos
desbaratar comodidades dominicales
angelicar satanases inverosímiles
ladrar a los perros que aúllan
perecear con el father de las luces
sacrificar un mundo para pulir el universo
nerudiar hasta el fin de mis días
mamasantear y okey y el poder para qué
besarte el bezo allá en el besadero.
Entretanto yo atisbo bonaeréo canto
chiflo diciembro emerjo fantaseo
garcho huelo imagino jodo kirio
locomoto llovizno malbarato
nicaraguo ñequeo oberturo
pajéome quitopesares repentizo
sartrocamío tiro unjo veintinuevo
walquirio xifoido yugulo zarzamoro.
Tu dulce habla, ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos, ¿a quién los volviste?
Una cosa es California y otra fornicar en Cali
gaudeamus igitur juvenes dum sumus
s’io ti fiammeggio nel caldo d’amore
trágate tu babita atarbancito
omnia mecum porto llevo todo lo mío
conmigo oh misterio descíframe
la gracia no está en orinar
la gracia está en hacer espuma
allí donde tocar es sabrosísimo
cóndor quetzal volvereta crisálida
poema antipoema gobledegook murmurio.
Doncel no yo ni émulo del ídem
en apetencia muda de tu guedeja oscura
todo por tí deidad mujer idolatrada
hurí odalisca diosa proterva o pudibunda
alhaja ágria de bombachos gualdas
fembra descolorida coima de Teusaquillo
adorada mi ninfa presea infanda boba
zagala mía saliva de sílfide peluda
monstruo gacela ménstruo impía la susurra
fámula primorosa de patas provocativas.
Comunícote ahora concubina en potencia
en momentos más inesperados besarete
lugar mancha nombre no acordarme
oh dulces prendas por mi bien halladas
tuyo del alma firmo original y copia.
EL VIEJO
Pero viejo: te has tragado
tantos lunes y martes en tu vida
y tantos miércoles
bebidos con los jueves,
te has comido los viernes
tirando hasta los sábados,
devorando los domingos,
pero tantos tantos
durmiendo, derrochando,
fumando,
viendo campeonatos de fútbol
o echando cháchara con el vecino
o junto a tu mujer,
haciendo que el amor los haga
o los hiciera,
que el invisible rastro
de tantas aventuras
ha dibujado arrugas en tu rostro,
canas, caries,
pelos de menos, gafas,
gota, ciática, problemas en el hígado,
asma, próstata, gripas,
hasta llegar a esta tarde cualquiera
de un enero en que te miro
contemplar el mundo
---sólo---,
en un paradero de Bogotá,
mirando el infinito,
como un viejo perro ya sin dueño.
AULLIDO EN MÍ MENOR
Yo qué sé de quién soy o si soy tuyo.
Al fin ¿de quién es quien en este mundo?
Romeo es de Julieta y ésta de él.
Julieta es de Romeo y éste de ella.
Pero de Shakespeare es Romeo y Julieta
(y de Prokofiev y de todos nosotros).
El príncipe no es de Maquiavelo.
El príncipe es de Blanca Nieves.
(Y de Camila Parker, ¿quién lo duda?).
La familia de Pascual Duarte no es de Cela.
Es de Pascual, como ser Zebedeo
el padre de sus hijos, y ser blanco
el corcel negro del Emperador.
María es de José y de Efraín,
de Agustín Lara y de Jorge Isaacs.
¿Y de quién es la muerte tan temida?
¿De Gabriela Mistral en sus sonetos?
¿De Artemio Cruz? ¿Del padre de Manrique?
¿Es la muerte, del cisne o de un viajante?
Pirandello pudo haber escrito
Seis personajes en busca de autor,
pero en verdad ellos pudieran ser:
Simón, el que ayudó a cargar la cruz.
El confesor de Isabel de Castilla.
La autora de los días de don José Asunción.
Una novia que tuve en Leningrado.
Manuela, la de todos los impúberes
y Joanán, el cacorro de la esquina.
Ay, pero yo estoy triste y estoy solo
y estoy aquí y no estoy en parte alguna.
Mi aullido va de un polo al otro polo
y del fondo del mar hasta la luna.
Yo qué sé de quién soy (o si soy tuyo).
DE NOCHE
I
Es un gesto. Es un signo. Un ademán
de querer decir algo (y no decirlo).
Un pensamiento inmóvil, una mueca
de ángel,
un estar y no estar
y estar ahí.
La mirada indagante
o ya perdida
o dos luces de miel.
O dos soles de asombro.
Un gesto, un signo, un ademán
y una certeza dulce de estar vivo.
XIV
Que no vuelva la tormenta.
Pero vuelve
entre sombras y campanas.
Ante el día sin presagios
abdica mi palabra.
XXV
Hice dos casas.
Una era un volcán lleno de uvas.
La otra era una barca con relámpagos.
En el día habitaba la casa de volcanes.
En la noche dormía sobre aguas de luz.
Siempre feliz,
soñaba.
Cuando volvía a la fábula
me embriagaba,
bebía mi quemadura.
Volver a índice
PORTAL DE POESIA
|